El CRISTO DE LOS ANDES
PRIMER MONUMENTO A LA PAZ RECONOCIDO INTERNACIONALMENTE
(Entretelones de una historia con acento tigrense)
De vez en cuando, los medios de comunicación nos recuerdan la presencia de la célebre estatua mostrando su imagen en la cordillera de Los Andes. El Cristo de Los Andes ha resultado una garantía de paz con la hermana república de Chile, desde hace un siglo. Lo que los medios no nos recuerdan son los entretelones de esta historia. Motivada por este hueco de la historiografía, la Biblioteca Popular Sarmiento intenta resguardar la memoria de los argentinos, publicando en “Perspectivas” distintos episodios de interés.
El hecho que originó este monumento fue el producto de varias acciones plenas de fe y amor desarrolladas por un obispo mendocino y una distinguida dama, vecina de la ciudad de Tigre, la señora Ángela de Oliveira César de Costa. El primero construyó el monumento. La segunda obtuvo la escultura, ya que su empecinamiento logró que esta abandonase el patio de un prestigioso colegio porteño donde sólo servía como refugio de palomas. Y, a partir de sus gestiones, se obtuvo la aprobación de los gobiernos de Argentina y Chile para instalarlo definitivamente en la frontera.
El relato es más extenso, pero lo dejamos para una próxima nota. Creemos que vale la pena, ya que consideramos probable que, en futuros acontecimientos de la nueva Europa, puedan repetirse planteos intergubernamentales equivalentes a los que nuestra porfiada vecina logró resolver con éxito a principios del siglo XX. En efecto, para defender su ambicioso proyecto, debió obtener el ferviente apoyo de personalidades como el Papa Pío X, la reina Guillermina de Holanda, el zar Nicolás II de Rusia y la fundación Andrew Carneggi. EL representante turco en principio, se opuso a que la réplica de un Cristo tuviera espacio en el futuro Palacio de la Paz de La Haya ; sin embargo, finalmente, accedió. La desbordante capacidad de persuasión de Ángela de Oliveira Cesar de Costa, nuestra vecina de aquellos tiempos, había tenido éxito. Y es así como a ella se debe que la estatua en cuestión se encuentre hoy, no sólo en la cordillera de Los Andes sino también en un privilegiado lugar: el palacio de la Corte Internacional de Justicia de La Haya , reconocido como el primer símbolo de la paz universal.
La próxima nota surgirá de las páginas autobiográficas de una nieta de la protagonista, Carmen Peers-Costa de Perkins. Ella nos relatará la trama desconocida de una historia que, evidentemente, excede el interés de los vecinos de Tigre, ya que se refiere al eterno anhelo de Paz Universal que anida en la inmensa mayoría de los corazones de la gente. Cerramos la nota con otro recuerdo: allá por 1917, Ángela Costa realizó una donación de 100 libros, importante contribución para la entonces naciente Biblioteca de Tigre. La institución se ha propuesto recordarla más allá de ese gesto. En su memoria, sugerimos y ponemos a la consideración de la comunidad de Tigre la colocación de una réplica del Cristo de Los Andes en algún lugar de nuestro Municipio. Creemos que, si las comunidades reafirman sus instituciones, creencias, costumbres y valores de aquellos periodos en que la nación tenía rumbos de grandeza, e intentan revivir ese “’pasado usable”que los argentinos también tuvimos, quizás, las nuevas generaciones al nutrirse de ellas, reencuentren la senda extraviada ...
Walterio González Larreluz
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